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Llego a la central camionera cerca al aeropuerto. El aeroplano transporta rotarios; el Perro: prole, chusma, aventureros, negros, raza, vikingos náufragos, un par de mochileros europeos, resignación, desesperación

NARRATIVA


Imágenes de archivo/Internet

Por Saúl Cuevas

—Especial para Culturadoor.com—

(A José R. García)

Día de publicación: 16-Mayo-2008

CON diez dólares más monto aeroplano i punto, pero volar ya no es lo que fue. Se precisa arrimarse al aeropuerto al amanecer, pagar pepitas de oro por insípido bocadillo, esperar en interminables líneas para ser tratado como terrorista, volver a esperar para enlatarse dentro de un aeroplano claustrofóbico, eso no es viajar, es cambiar de sitio. Preferí tomar transporte popular, el ómnibus El Galgo, o como le dice la gente, el Perro (Greyhound). Una década me aleja de mi última jornada en el Perro, antaño modelo de buen servicio i puntualidad ahora una compañía ratonera. Hasta la mascota ha degenerado, de galgo volador mudó a perrillo callejero i patriota con la pecosa (bandera) en el hocico.

Al mercar el boleto, en la www telaraña, se delató el pésimo servicio. Mientras las aerolíneas ofrecen incentivos para comprar en el Internet, el Perro vende boletos, pero no permite reservar asiento i, de paso, arrebata tres dólares más por la perrada.

Llego a la central camionera cerca al aeropuerto. El aeroplano transporta rotarios; el Perro: prole, chusma, aventureros, negros, raza, vikingos náufragos, un par de mochileros europeos, resignación, desesperación. Hay una ventanilla aparte para la venta anticipada, pero nadie atiende, me formo en la larga cola i (des)espero.

Con apenas un cuarto de hora de retraso rajamos. De una i mil maneras trato de acomodarme en el asiento, fracaso, parece de piedra.

Por el desierto recreo una jornada casi eterna, allá en 1965. Desde Torreón hasta Tiajuana: Cuencamé, Vitoria, Alacrán, el escarpado Espinazo del Diabolo, muchos pasajeros mareados, la noche atrae la luna llena i la sabrosa charla de una mujer sentada sobre un banquito al lado del chafirete, habla i habla para mantenerlo despierto; En Mazatlán la humedad, al pasar por Guaymas la Mar, la inmensa Mar me hipnotizó por vez primera en mis casi catorce años; Ya era de día, ya de noche, llegaba i se iba el Sol; de la Mar al Desierto, Hsillo, deshidratada tierra del editorazo , las tres chozas de Sonoyta, Chicali, la eterna escalada entre riscos i peñascos de La Rumorosa, Te-ca-te sin sal ni limón, entonces pueblito dormilón, por fin, tierra firme: Tiajuana…

Después de padecer ocho horas llego a Nuestra Señora la Reyna de Los Ángeles. En la esquina de Siete i Alameda me abofetea la fetidez de humillo ilícito, orín, agonía, miseria i muerte en la calle. “¡Dante. Virgilio. Beatriz! ¿Por dónde diablos caminamos?” Desamparados, viciosos ofertan i fuman bazuco (crack), la tenducha de los usureros coreanos, los hoteluchos de paso. Mochila a cuestas, cual vil Yapa , subo por la quinta hasta la Broadway.

En las Quezadilla Mexicanas, donde apenas cabemos nueve personas enlatadas, me detengo i ordeno una quesadilla con flor de calabaza i chile chipotle, sublime. El refuego de la Broadway seduce al hormiguero con plásticos. El Million Dollar me regresa a memorable velada con Resortes i Chente, hoy, el templo del cine reducido a templete de gritontos. Paso frente al diario Times, la cosa cambia, ahora se ven algunos primos. Vislumbró la catedral i la sala de conciertos Disney, inspiración del superstar de la arquitectura, Frank Gehry. Opto por la vulgar aglomeración de baratijas de la Calle Olvera. Descanso en una banquita mientras me deleitan las notas de un trío. Pasan los jarochos remontando arpa i jarana. Saludo la casa de Pío Pico, el último gobernador mexicano de la Arcadia (California), siglo i medio atrás territorio mexicano. La fauna cambia, encorbatados atados al celular salen extenuados del juzgado i se dirigen a la Union Station. Trepo al Metrolink, el eficiente aunque carero tren suburbano vuela. En veinticinco giros del minutero descanso en SanFer.

Después de padecer ocho horas llego a Nuestra Señora la Reyna de Los Ángeles. En la esquina de Siete i Alameda me abofetea la fetidez de humillo ilícito, orín, agonía, miseria i muerte en la calle. “¡Dante. Virgilio. Beatriz! ¿Por dónde diablos caminamos?” Desamparados, viciosos ofertan i fuman bazuco (crack), la tenducha de los usureros coreanos, los hoteluchos de paso. Mochila a cuestas, cual vil Yapa , subo por la quinta hasta la Broadway.

En las Quezadilla Mexicanas, donde apenas cabemos nueve personas enlatadas, me detengo i ordeno una quesadilla con flor de calabaza i chile chipotle, sublime. El refuego de la Broadway seduce al hormiguero con plásticos. El Million Dollar me regresa a memorable velada con Resortes i Chente, hoy, el templo del cine reducido a templete de gritontos. Paso frente al diario Times, la cosa cambia, ahora se ven algunos primos. Vislumbró la catedral i la sala de conciertos Disney, inspiración del superstar de la arquitectura, Frank Gehry. Opto por la vulgar aglomeración de baratijas de la Calle Olvera. Descanso en una banquita mientras me deleitan las notas de un trío. Pasan los jarochos remontando arpa i jarana. Saludo la casa de Pío Pico, el último gobernador mexicano de la Arcadia (California), siglo i medio atrás territorio mexicano. La fauna cambia, encorbatados atados al celular salen extenuados del juzgado i se dirigen a la Union Station. Trepo al Metrolink, el eficiente aunque carero tren suburbano vuela. En veinticinco giros del minutero descanso en SanFer.

La mañana de un día perlado ruego a García acercarme a postrarme i tributar a nuestra Gran Madre, La Mar. De Santa Mónica a Venice, otro edificio de la inspiración de Gehry, con unos catalejos gigantes en la entrada i la hipocresía del beautiful people paseando por las calles. Tomamos un cafecito para disfrutar del tibio sol. Las caricias de las breves olas me traen el recuerdo… A estas mismas arenas Chris Manzanares me convidó a arrancar almejas, después disfrutadas en arroz nunca olvidado. ¿A dónde te han llevado tus pasos amigo Chris? Ya hace tanto tiempo, acaso corría el 69. Hoy las playas contaminadas, calles hartas de mercaderes que ofertan amielada imagen de entonces.

De retache los incomodísimos asientos del Perro torturan mi torturada espalda por nueve horas i media i cinco escalas, Pasadena, Riverside, Indio, Blythe i Buckeye. El fatigoso andar lo aligera mi compañero de asiento. El Muchacho Alegre honra su nombre, todo el camino me deleita con corridos tanto populares como de su cosecha, faltó la guitarra. También derrochó entretenidas anécdotas. En Indio me invita un taco. La Terminal de autobuses oferta comida apta para el cesto de la basura. Nos encaminamos a toda prisa a un restaurancito cercano, rápido nos atienden. De vuelta en el autobús disfrutamos, ante las miradas, burritos. Obsequio a mi compañero de asiento un recuerdo. Afirma que en la China, para no trastornar la armonía un regalo siempre se reciproca. Se disculpa i me ruega acepte una cora (moneda de veinticinco céntimos), gustoso la tomo i la embolso. Ya en Fénix nos despedimos, pero si el destino, el tiempo i los olímpicos lo permiten, volveremos a encontrarnos; aunque el mundo era ancho i ajeno, hoy es pequeño.

De vuelta en el hogar, mientras incio el reposo en seductora tina de agua caliente, a semejanza de Sancho en su rucio, Don Quijote en su rocín i Yapa en sus alpargatas, ardo en ganas por volver a cabalgar en el Perro.

Contacte al autor: quijotezco@yahoo.com

*Texto que forma parte de Desierto Mojado, nuevo libro en preparación.

Obras de Saúl Cuevas en:
http://www.orbispress.com/imagenes/imaginacion/barrioztlan.htm
http://www.orbispress.com/imagenes/imaginacion/ensuenos.htm


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