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Un día, sábado casi al mediodía, me tocó regresar al trabajo del “Bino” con uno de sus compañeros, el “pelón” Ismael Castillo, después de haberlo llevado a firmar para la entrega de su casa. Cuando llegué, ahí afuerita, me estaba esperando…
CUENTO
Por Martín López
Día de publicación: 5-Feb-2008
Cuando conocí al “Bino”, fue relativamente fácil venderle una casa, lo encontré todo empolvado detrás de una estiba de sacos, le mostré su “preca”, y procedí de inmediato con mi infalible “spitch” tantas veces ensayado, pronto me di cuenta que algo estaba fallando, el tipo de plano no entendía nada de lo que estaba hablando.
Francisco Javier Hernández Albino mejor conocido como el “Bino” era más bien “chapito”, de aspecto bonachón, con esa sonrisa perenne de los que siempre piden disculpas de antemano, hablaba muy poco, y con la sílabas muy despegadas, su acento más bien entre costeño y chilango, tirando al estilo de Jorge Campos. Después de sacudirse un poco el pelo y lavarse la cara, comprendí que sería presa fácil, y solo sería cuestión de llevarlo a conocer “su próxima casa”, firmándome ahí mismo todos los papeles que yo le había mostrado.
Era un trece de junio cuando conocí al “Bino”, y pasaron casi dos meses, tiempo en el que debió haber salido su casa ya escriturada, pero por motivos que no vienen al caso, esto nunca sucedió así, hasta que me devolvieron un día sus papeles en calidad de precautorio de cancelación: Que porque no tenía aportaciones.
Tuve entonces que ir de nuevo a su trabajo, otra vez no me entendía nada el pobre de lo que estaba hablándole, pero esta vez fue menos parco y alcancé a entenderle que le urgía porque:
—Pago muy alta la renta… ¡Jigurese más de cho-cien-tos pe-sos!—mucho más de lo que gana a la semana, pensé.
En fin, hablé con su patrón el licenciado, y quedó este de liquidar los adeudos pendientes con el Infonavit, no sin antes reprochar mi lentitud de los trámites para la casa del “Bino”.
Pasaban las semanas y recibí un día una llamada del “Bino”:
—Que dice mi patrón que ya pagó—inocente, pensé.
Tendrán que pasar algunos días más, mientras se actualiza el bimestre, le expliqué como pude.
Al fin en septiembre y luego de varias llamadas del susodicho, metí de nuevo el expediente con los papeles del “Bino”, el cual ingresó en calidad de “nuevo expediente”. Para entonces yo ya conocía muy bien al “Bino”, lo saludaba de seguido cuando iba a su trabajo donde pretendía yo vender más casas, ya llevaba dos, y tenía posibilidad de vender al menos otras dos más. Pero la verdad a estas alturas ya me daba penita ver al “Bino”, ya no hallaba qué decirle.
Un día, sábado casi al mediodía, me tocó regresar al trabajo del “Bino” con uno de sus compañeros, el “pelón” Ismael Castillo, después de haberlo llevado a firmar para la entrega de su casa. Cuando llegué, ahí afuerita, me estaba esperando:
—¡Quihubole “Bino”!—lo saludé, un tanto alegre después de haber concretado la venta de una casa más ese día, el “Bino” ni me saludó, y a diferencia de otros días, no mostraba ese rostro bonachón y sonriente que lo caracterizaba, en su lugar, una mirada torva y esquiva, que me recordó el rostro del indígena desconfiado, receloso, de siglos de agravios que bien plasmaron en sus murales, Siqueiros, Orozco y Rivera.
Como ya estaban a punto de salir del trabajo, le ofrecí raite a su casa, vive en una colonia que irónicamente se llama solidaridad, una casita de 2 cuartos de material, por el que “cho-cientos” pesos de renta, evidencia el abuso de la ignorancia de esta gente—pensé.
Tres chamaquitos prietitos, muy seriecitos salen a recibirnos y una señora que pide disculpas por “il cochinero”, me muestran una silla, y limpiando la mesa—“pa’ tomar un refresco, ofrécele al Sr. Martín”—dice el “Bino” a su esposa”.
Le pregunté cómo es que llegó de Guerrero a Sonora, más por evadir el tema del trámite de su casa—ya agotados subterfugios y pretextos—que por verdadero interés en su historia.
El “Bino” es de pueblo Hidalgo municipio mixteco de San Luis de Acatlán, en la costa chica de Guerrero a unos 150 kms de Acapulco, donde posee por herencia intestada de su padre, una pequeña plantación ejidal de cafetales y una parcelita de maíz, la cual teme reclamar porque a punta de machete algunos de sus familiares también reclaman como suyas, motivo por el cual salió huyendo en busca de un mejor porvenir, llegó con la ilusión de conseguir trabajo en la costa de Hermosillo, porque le dijeron que se paga muy bien en la uva “casi igual que al’otro lado”, pero según él cayó en guatepeor pues del “otro lado” algunos patrones sonorenses poseen solo, dice él, más que lo discriminatorio y abusivos.
A principios de Octubre estuvo el “Bino” a punto de volver a caer en precautorio de cancelación, luego de que alguien de la oficina de la constructora “interpretó” todo lo contrario de lo que el “Bino” quería decir:
— Que pa’ cuando s’ta lista mi casa.
No sabia como explicarle que la persona que recibió su llamada, tradujo sus palabras resumiendo en síntesis toda aquella desesperación, sentimiento desesperanza e ilusión del “Bino” en un simple:
— El asesor no le dio una adecuada atención, no conoce su ubicación y por tanto ya no quiere la casa—mucho menos podía yo explicarle al “Bino” que era eso de el “En control” de la computadora y que no se podía borrar. Porque me decía el pobre: “pos borren ahí ¿y ya ‘sta qué no?”
Fue mi culpa lo reconozco, ya que conociendo yo, como se las gastan a veces detrás de un escritorio, fue como enviar al ingenuo “Bino” a la boca del lobo, pero es que ante mi impotencia por dar una explicación en la demora, aconsejé al “Bino” que hablara directamente con gestión financiera; craso error. Por poco y le cancelan hasta el nombre al inocente, afortunadamente luego de una carta aclaratoria donde hago firmar al “Bino” que si quiere la casa, logro impedir la cancelación de su trámite.
Ya vamos entrando a noviembre y lo que me temía, no debí ni haberlo mencionado, en efecto hasta el nombre le quieren cancelar al “Bino”, y como dice él:
—Óra si me volvieron a meter un pricautorio de cancelación—y por donde más le duele dice, por el lado de la madre. Resulta que ahora, se dieron cuenta apenas, después de cuatro meses, que no se apellida como su mamá, que su apellido materno, Albino, aparece en una hojita del Infonavit como Al— espacio—Bino, ¿será de las células de Al-Qaeda?—me pregunto yo—¿Será que por eso me dicen solo “Bino?”—dice él.
Y le dedicamos todo un día el “Bino” y yo, a recorrer oficinas, del Infonavit, IMSS, Afore, SAR , PROCESAR, y en cada una de esas dependencias nos dieron constancias de que su apellido materno está bien registrado, y es tal y como aparece en su IFE, su CURP, su acta su “preca”, etc.
Pero mientras tanto, ahora lo que me preocupa no es la aceptación de esas constancias, sino como explicarle al “Bino” términos como ubicación, avalúo, 3era etapa, como explicarle que, aunque en solo 2 días resolvimos lo de su apellido, posiblemente firme escrituras en enero o febrero del próximo año, porque me informan que como cayó en precautorio, perdió su ubicación en la 2ª etapa y muy posiblemente le toque hasta la tercera si bien le va y no le sale otro precautorio.
Platicando una vez con el “Bino” le preguntaba si volvería a su tierra algún día.
—Pos la mera verda no creo—me dijo, un poco triste—Allá no’mas me están venadeando pa darme matarili y quedarse con lo mío. Aquí tengo tra-ba-jo, gano un poco más del mínimo, aunque horita se me va mucho de renta.
Luego de una breve pausa se le ilumina un poco el rostro y agrega:
—Si me dan la casa me quedo a vivir en Hermosillo…pero si no consigo la casa…—otra vez sombrío y con el rostro de piedra de indio mixteco—voy a tener que devolverme a mi tierra y agarrar el machete, como es allá, pelear por lo mío, por mis hijos… que le aunque que me muera…
“Los hechos y los personajes son reales, solo los anhelos y esperanzas del “Bino” pueden ser ficticios”.