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El lector bueno sabe que no cualquiera puede escribir un libro, que se requiere mucha concentración, cientos de horas de aislamiento, formulando frases, reordenando textos, leyendo una y otra vez sus notas, detectando errores, corrigiendo, atrapando ideas, trazando a sus personajes. Para los malos lectores, los libros ocupan espacio y estorban; desgarran sus hojas, terminan en algún rincón olvidados o de plano en la basura…

ARTÍCULO

Por Anselmo Bautista

—Desde Nuevo Laredo, Tamaulipas, exclusiva de Culturadoor.com—

Día de publicación: 22-Abril-2008

Ningún libro es malo si no lo es el lector. Definitivamente existen libros que no son muy de nuestro agrado. Pero ningún buen lector dejará de leerlo. Bien sabe que de las opiniones contrarias se refuerzan las propias. La gracia de la lectura no sólo se haya en aquellos texto que nos agradan sino también radica en saborear distintas opiniones. De hecho el crecimiento intelectual sobreviene de las opiniones contrarias o desconocidas. Cuando se haya una opinión opuesta, nuestro cerebro funciona más rápidamente buscando la objeción y al buscarla lo que hacemos es hallar una respuesta. De esta manera es como hacemos funcionar todo nuestro engranaje cerebral. Desde luego que, al final, podemos darle credibilidad a la opinión opuesta y adoptarla o de lo contrario reforzamos la ya existente en nuestra conciencia. A esto se llama formulación de alegatos en donde cada quién da su opinión y sus razones.

Leer un libro es, entonces, charlar con el autor como si éste fuera un amigo. Ya sea que el autor nos cuente una historia fantástica, nos plantee un problema, nos ilustre sobre alguna técnica o descubrimiento, nos narre la historia de nuestro pueblo o país, nos sensibilice con sus poesías, nos aumente nuestro acervo cultural o sencillamente nos entretenga.

No hablo de escritores buenos o escritores malos. Hablo de lectores buenos y lectores malos. Los malos lectores son aquellos que ven la portada, leen el título y creen ya saber lo que se dice en sus páginas y para confirmarlo le echan una ojeada al índice para luego dejarlo.

El lector bueno, observa la portada y de inmediato lee la sinopsis de la contraportada. No escudriña más. Eso es suficiente para comprarlo o elegir otro. Jamás abre el libro por la mitad ni lee una de sus líneas interiores. Sabe que el libro se vende y que, además, obrar así sería un insulto al esfuerzo intelectual del escritor. Un esfuerzo que él comprende muy bien y que admira. Sabe o intuye que no cualquiera puede escribir un libro, que se requiere mucha paciencia y mucha concentración, cientos de horas de aislamiento, pensando, formulando frases, reordenando textos, leyendo una y otra vez sus notas, detectando errores, corrigiendo, atrapando ideas, definiendo, trazando a sus personajes. En fin, lo sabe, porque él mismo lo ha intentado.

Para los malos lectores, los libros ocupan espacio y estorban; los rayan, anotan el teléfono de alguna chica; desgarran sus hojas, terminan en algún rincón olvidados o de plano en la basura. Ni siquiera pasa por sus mentes donarlos a alguna biblioteca escolar.

Pero el peor de los lectores es aquél que se convierte en tirano del libro, el que acecha el momento oportuno para quemarlos en nombre de la patria o creencias.

Un buen lector ateo, por ejemplo, leerá la Biblia en algún momento de su vida a pesar de no creer en Dios. Un buen lector religioso no dejará pasar los libros de Nietzsché. Pues doy por hecho que ambos, como buenos lectores, darán lectura positiva aunque sea para sí mismos.

Si alguna vez compra o le regalan un libro, léalo y, si éste no es digno de conservarlo en su casa, entonces, dónelo. Siempre habrá alguien que lo apreciará así como usted conserva sus libros predilectos.

¿Recuerda si alguna vez su hijo de primaria le pidió comprarle un libro? Si no lo hizo o no lo ha hecho este es un buen síntoma de que usted no sólo es un mal lector sino uno de los pésimos lectores. Y no culpe al trabajo ni a la falta de tiempo o al cansancio. No se convierta en tirano del libro ni haga que su hijo los repudie.

Si su hijo de primaria, secundaria o de plano su hijo adulto no gusta por la lectura a pesar de que usted se esforzó por darle “educación”, es porque jamás lo vio a usted entregado a un libro. ¿Cómo espera que su hijo haga la tarea si no es a regañadientes? ¿Y si a esto le aunamos la existencia de maestros que convierten los libros en “el coco”?

Los libros nos dan conocimiento, expanden nuestra imaginación y despiertan nuestra curiosidad. Estos tres son la fuente de la creatividad, y la creatividad es el principio de la innovación y el invento, elementos de los cuales no debemos privar al niño.

Un niño y cualquier persona, entre más culto más ambicioso. No hablo de la ambición del beneficio rápido ni la ambición del mediocre o la del envidioso. No hablo ni siquiera de la ambición al dinero. Un hombre culto jamás piensa en ganarse la lotería ni el reconocimiento. Un hombre culto piensa en innovar, en perfeccionar lo que hace y hacer algo nuevo con todo lo que sabe en beneficio de él y para los demás. Hacerse de las cosas ajenas jamás pasa por su mente. Un hombre culto no pretende convencer ni siquiera tener la razón. Es crítico y analiza las cosas. Jamás se le verá de intrigoso ni chismoso.

Los que no valoran los libros ni siquiera para sus hijos siempre será más barato el cartón de cerveza. ¿Cómo poder canalizar la energía y la educación de nuestros hijos a falta del conocimiento que nos dan los libros? ¿Cree usted que el hombre haya podido llegar hasta aquí sin los libros que registran los conocimientos matemáticos, los descubrimientos de la física, etc., que otros hombres escribieron? ¿Usted hubiese conocido la Biblia si ésta no hubiese sido escrita? ¿Cree que los descubrimientos sobre el Gen Humano se están dando sin la ayuda de libros, sin ningún apunte anterior? ¿O cree usted que el medicamento que está tomando para contrarrestar su enfermedad se dio de la nada, es decir, sin ningún conocimiento previo?

Reflexione. Mucho o poco de lo que usted sabe hoy proviene de hombres cuyos conocimientos dejaron impresos en libros. ¿A caso Dios no escribió en piedra los Diez Mandamientos para que usted los conociera?

No sea un tirano del libro. Compre por lo menos uno al año y si no está acostumbrado a la lectura porque le da sueño y flojera leer, entonces dónelo a alguna biblioteca escolar. Créame que habrá alguien en el anonimato que se lo agradecerá eternamente, menos su hijo…

Anselmo Bautista: anselmobautista@prodigy.net.mx. Escritor mexicano originario de Jalapa, Veracruz. Residió durante años en Phoenix, Arizona, donde conoció a fondo la experiencia del migrante, desde el tráfico de indocumentados hasta los grupos de intelectuales latinos que luchan por preservar su cultura y su lengua hispana. Actualmente reside en Nuevo Laredo, Tamaulipas, México donde promueve la lectura y las actividades culturales. Es autor de la monumental novela Prisiones, que en más de 420 páginas gira alrededor de una trama policíaca sobre el misterio de un crimen que involucra a personajes oscuros de diversos niveles socioeconómicos, desde policías corruptos y viciosos mecánicos, hasta los más altos niveles del poder económico y político.

Más información en:
http://www.orbispress.com/imagenes/imaginacion/prisiones.htm


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