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ESCRIVIVIENDO

Por Manuel Murrieta Saldívar

HERMOSILLO, SONORA, MÉXICO.- Gracias Horas de Junio por hacernos regresar a la ciudad de la nostalgia sobre todo ahora que con mayor frecuencia se nos mueren colegas en lo físico esperemos que no en lo literario. Gracias Horas de Junio por brindarnos el espectáculo de la vida en pequeños espacios donde cabe la enorme sencillez, la honesta admiración pero también el engreimiento, el estrellato en alto que a todos nos separa. Gracias Horas de Junio por ponernos una mesa, ¡en la playa de mi infancia!, y lanzar nuestras palabras al auditorio más atento de la comarca, tan atento, tan gentil que te regresan aplausos, te ponen grabadoras y fotos y palmadas si tus lecturas cuajan.

Gracias Horas de Junio por encontrarme, en un santiamén y sin permiso, al escritor de escala internacional a la diestra y siniestra de un mesero y surge una entrevista exclusiva por sí sola. Gracias por hacer funcionar mi alcoholímetro, hacerlo reventar y decidir ya basta, por permitirme visualizar lo que pude ser, lo que no quiero ser y lo que quiero seguir siendo. Gracias por colocarme en situación de usar nombres equívocos que hieren el orgullo, no es Ricardo sino Roberto, no es Joaquín sino Manuel y recordarme mi ignorancia haciendo crecer la humildad. Gracias por instalarnos en un cuarto de hotel desde donde salen ideas para escribirle el mundo y entra la madrugada con interminable plática e insaciables gargantas. Gracias por comprobar destrezas cibernéticas y sentir que traes un periódico portátil en la computadora desde cualquier ciudad o evento estrenándolo en las Horas. Gracias por hacerme aceptar la madurez al colocarme a la nueva generación con sus arranques pornos y cerotes—se dice escatológico— como centro literario que, será por mi formalismo o mi vejez o por su falta de talacha literaria, no conmueven ni mi estética ni mi estesiología.

Gracias Horas de Junio por tomarte como pretexto para visitar a mi madre, hacer reservaciones de vuelos baratos al DF, hurgar servicios de paquetería, acudir a los templos de Alonso Vidal, consumir sin regulación la gastronomía engordadora—todo lo bueno es malo— y meternos a tugurios nocturnos sin ningún remordimiento. Gracias Horas de Junio por hacerme sentir de nuevo provinciano, frente a esos figurones que vienen con gastos pagados desde la metrópoli mexicana, pero gracias también por revertirles la receta al momento del cruce fronterizo, con perspectiva angelina o neoyorkina que en secreto admiran, desde donde se ven tan periféricos como el tandeo del agua o los vendedores ambulantes en la plancha del zócalo. Gracias por situarme, Horas de Junio, en la realidad económica de la literatura, tanto gasto, Dios mío, tanto mecenas, tanta gente interesada, tanta indiferencia, a quién acudo ahora para completar la cuenta y costearle el boleto a la esposa o al marido del cónyuge estrella.

Gracias Horas de Junio por hacernos sentir útiles, que lo que hacemos interesa a más de dos, por ofrecernos la oportunidad de dar lo nuestro con alegría. Gracias por convocar a mucha gente, incluyendo a escritores y a escritoras, que de otra manera nacerían, crecerían, se desarrollarían y morirían sin uno jamás darse cuenta. Gracias, por supuesto, por impulsar no sólo la literatura escrita sino también la oral, tantas y tantas pláticas, de amigos, de conocidos, de chismes, de crítica, de evaluaciones, de observaciones verdaderas, aspavientos, griterías, exclamaciones que uno acaba afónico y cuasi mudo. Horas de Junio gracias por aceptar a mis amigos de oficio, lejanos de tu suelo y de tu ambiente, a quienes recibes sin chistar, sin ningún “pero”, tan sólo porque vienen conmigo. Gracias porque lo anterior nos hace dar abrazos y nos seduce siempre querer regresar, no importa que uno acabe con ganas de salir corriendo por tanta saciedad, insaciable de todo, de trago, de charla, de lecturas, de irreverencias, de formalismo informal, de espectáculos de la inteligencia y la sensibilidad, de la sorprendente capacidad de goce y destrucción hedonística, todos aferrados a la vida literaria a pesar de todo en contra, todos buscando tan sólo esos instantes de arrobamiento catártico que produce la combinación feliz de la palabra cuando se sabe quererla y trabajarla, cuando se da en un ambiente de encuentros humanos, en santa paz, sin violencia externa, tolerancia a todo, así, sencillito, te miro, me miras, te saludo, no te saludo, te acercas, no te acercas, te escucho o no, así, me quedo, me retiro, te leo o te escribo, te recuerdo, te olvido…

Dr. Manuel Murrieta Saldívar
Director y Editor General
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