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El médico sólo aprovecha la belleza y la “clase social” de su esposa como oportunidad de superación. Cabe mencionar que esta situación planteada por la escritora Rosario Ferré simplemente es un relato “de un sistema en el que la mujer no tiene más alternativa que someterse a la voluntad masculina”.
CREACIONES ESCOLARES/SPANISH WORKSHOP
Imágenes Internet
Por Anabel Leal
Día de publicación: 2-Marzo-2009
A través de la historia, la mujer ha sido vista meramente como un objeto de exposición, como una joya de la cual se puede presumir e incluso como un medio para no perder el poder ni la “clase” de la aristocracia. De hecho, la escritora puertorriqueña Rosario Ferré (1938-) sintetiza de forma muy efectiva la posición de la mujer como un adorno para el hombre en su cuento La muñeca menor. Aquí Ferré muestra la importancia de la “clase” en la mujer y por medio del realismo mágico, cierra el cuento con broche de oro al poner por igual a la mujer de “clase” con una muñeca de porcelana.
Primero se muestra la importancia del “estatus social” para las mujeres: La tía, sus sobrinas y la protagonista, la “niña más joven,” son descendientes de la aristocracia cañera (Ferré 541). De hecho, es esta misma descendencia lo que las hace importantes en el pueblo donde viven, como se muestra cuando la sobrina menor contrae nupcias.
Mientras tanto, es importante resaltar que la mujer se refleja como un ser controlado por el hombre, aun cuando la relación no sea más que de negocios. Por ejemplo, después de un accidente, la tía desarrolla una especie de llaga en su pierna y “el médico que la examinó aseguró que no era nada, probablemente había sido mordida por una chágara viciosa” (Ferré 540). Al terminar el tratamiento recomendado por el doctor, “se descubrió que era imposible tratar de remover las substancia pétrea sin que peligrara toda la pierna” (Ferré 540). De tal modo, se muestra que el doctor recomendó a la tía ni más ni menos que quedarse tranquila, como se supone es el deber de la mujer. Años después del accidente, el médico tiene la desfachatez de dejarle saber a la tía que él le ha tomado el pelo durante años, jugando con su salud.
Cuando el hijo del médico también se recibe como tal, lo lleva a examinar la llaga de la tía: “El joven dejó caer la falda y miró fijamente al padre. Usted hubiese podido haber curado esto en sus comienzos, le dijo” (Ferré 542). Definitivamente, sería el colmo si el doctor tuviera más que decir acerca de su falta de seriedad hacia la salud de la tía, pero para sorpresa de todos, el doctor de hecho se burla de ella aún más al confesarle a su hijo que “sólo quería que [viniera] a ver la chágara que [le] había pagado los estudios durante veinte años” (Ferré 542).
El lector se sorprende al descubrir el descaro y falta de ética por parte del doctor ante su profesión. El ser ético implica cumplir con un “conjunto de normas que rigen la conducta humana, relacionadas con el sentido del bien y del mal” (Real Academia española). Como consecuencia, la ética del doctor le obliga a decir la verdad, a tener como prioridad la meta de “curar” y no estafar a sus pacientes; en este cuento, al contrario, el doctor se muestra como un médico de lo peor.
De todo esto, es indispensable resaltar el hecho de que el doctor muestra la actitud tradicional de superioridad del hombre ante la mujer. No sólo se burla de la tía durante veinte años, sino que también le roba dinero y, aun así, no tiene vergüenza de confesarle, en su propia cara y casa, la burla y humillación que ha vivido durante todo ese tiempo. Sin duda alguna, la actitud autoritaria del doctor muestra que las mujeres eran títeres de los hombres, el blanco perfecto para las burlas
Después de que el médico dio su pronóstico falso, pero antes de que la tía se enterara de la verdad, ella siguió el rol tradicional de las mujeres. Al tener la llaga en su pierna, “se encerró en la casa rehusando a todos los pretendientes” y se dedicó a cuidar de todas sus sobrinas: “Las peinaba, las bañaba y les daba de comer” (Ferré 540). Conforme pasa el tiempo, la tía solterona de clase alta convierte su dedicación de hacer “muñecas de [porcelana] de manera que correspondieran a la estatura y a las medidas de cada una de las niñas” (Ferré 541) en su pasatiempo
La clase social se torna muy importante hacia el final del cuento, cuando la única sobrina que es también la más joven se queda soltera. Al tratar ésta de enamorarse, la tía inmediatamente se fija en la clase social del pretendiente, quien resulta ser el hijo del médico sin ética: “Se presentaba siempre con el cuello almidonado, los zapatos brillantes y el ostentoso alfiler de corbata oriental del que no tenía dónde caerse muerto” (Ferré 542). Es decir, la tía se percata del hecho de que su futuro sobrino no sólo es pobre, sino que también carece de estatus social.
Cuando el momento de la boda de su sobrina llega, la tía aún tiene la costumbre de hacer muñecas; de hecho, para el regalo de bodas, hace una como ninguna otra para obsequiársela a su sobrina:
“Las manos y la cara estaban confeccionadas con delicadísima porcelana de Mikado [con una] sonrisa entreabierta y un poco triste la colección completa de sus dientes de leche… la tía había incrustado en el fondo de las pupilas de los ojos sus dormilonas de brillantes” (Ferré 543).
Con la muñeca y la boda, sin embargo, se descubren intenciones hasta ahora ocultas por parte del joven médico. Al contraer nupcias, el esposo muestra que sólo utilizó a la sobrina menor casándose por interés: “La obligaba todos los días a sentarse en el balcón, para que los que pasaban por la calle supiesen que él se había casado en sociedad” (Ferré 543). Sin embargo, el interés del esposo no termina ahí y la muñeca que fue el regalo de bodas no se escapa a su codicia: “Un día le sacó los ojos a la muñeca y los empeñó por un lujoso reloj” (Ferré 543). Se muestra así que se casó por interés, por su deseo de tener “clase.”
Existe un refrán muy famoso, que dice “de tal palo, tal astilla” y le va muy bien a este doctor joven. Al igual que su padre, resulta sin ética, puesto que atendía a pacientes sin la prioridad de encontrarles curación, sino con el propósito de cobrarles “honorarios exorbitantes para poder ver de cerca a un miembro legítimo de la extinta aristocracia cañera” (Ferré 543). De la misma manera, al igual que a su padre, le importa más utilizar a las mujeres para su propio bienestar que su ética profesional o decencia.
Para comprender el final atónito del cuento de Ferré, es necesario entender que el “realismo mágico” en literatura consiste de eventos fantásticos que llegan a formar parte de una realidad cotidiana, en la cual los personajes a veces “no muestran asombro o interés en lo fantástico”, como si estuvieran acostumbrados a ello (Murrieta). En el realismo mágico, pues, lo real y lo fantástico se yuxtaponen.
Con el uso del realismo mágico, la autora Ferré concluye su cuento dejando al lector con la sensación de que la muñeca y la joven terminan siendo un mismo ser, un mismo objeto de exposición: “El médico notaba que mientras él se iba poniendo viejo, la menor guardaba la misma piel aporcelanada y dura que tenía cuando la iba a visitar a la casa de cañaveral” (Ferré 543). La realidad y lo fantástico también se mezclan y se convierten en uno mismo en el final, cuando el médico “notó que [el] pecho [de su esposa] no se movía” pero sobre su corazón se escuchaba “un lejano rumor de agua” (Ferré 543). Sin embargo, el esposo no se muestra con asombro ante la realidad de que su esposa y la muñeca son una misma, y es aquí en donde el realismo mágico toma su rol en La muñeca menor.
La sobrina es utilizada por su esposo como una joya, como un trofeo, como muñeca de porcelana, como un títere. Es decir, el médico sólo aprovecha la belleza y la “clase social” de su esposa como oportunidad de superación. Ahora bien, cabe mencionar que esta situación planteada por la escritora Rosario Ferré simplemente es un relato “de un sistema en el que la mujer no tiene más alternativa que someterse a la voluntad masculina” (Ferré, “Novísima”, 716). Porque el cuento no sólo sintetiza lo que solía pasar con las mujeres en tiempos no muy lejanos, sino que también muestra cierta mentalidad femenina que sigue vigente hoy en día. Porque en pleno siglo XXI, muchas mujeres siguen atando su vida en compromisos para sólo cumplir el rol de madre o de mujer “decente”, con el deseo de ser el “trofeo” de algún “príncipe azul”. De hecho, es decepcionante que en la actualidad la búsqueda de un estatus social alto siga siendo para muchos un motivo para casarse. El planteamiento de que “a partir de la boda, [parece] que ya no [hay] nada más que contar, como si la vida se [terminara]” (Gaite 87) nunca es suficiente para que las mujeres dejen de cumplir el rol tradicional. Debemos reconocer que La muñeca menor es una muestra de la victimización que sufre la mujer cuando falta carácter e individualidad; Rosario Ferré me hace creer con este texto que la libertad e independencia es celebrada por muchas mujeres con palabras, pero por pocas en acciones…
Contacte a la autora: rocanrolera19@hotmail.com
Obras Citadas
Ferré, Rosario. “La muñeca menor”. Papeles de pandora. Huracán, 1979. — “Novísima narrativa: El Post-boom y la posmodernidad”. Huellas de las literaturas hispanoamericanas. 2nd ed. Editores John F. Garganigo, et al. Upper Saddle River, New Jersey: Prentice Hall. 2002. 715-716
Gaite, Carmen Martín. El cuarto de atrás. España: Lavel Industria, 1978
Murrieta, Manuel. Literature and Civlilization of Spanish America II. Turlock: CSU Stanislaus, 2008.
Real Academia española. Diccionario práctico del estudiante. España: Santillana Ediciones, 2007.