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FRONTERA

Por cada metro de muro habrá un hoyo por dónde colarse; por cada ladrillo o plancha de acero, el ingenio mexicano seguirá horadando los intentos por detener la marcha de los migrantes.

Por Arturo Soto

Dicen que el indocumentado aquel, cuando ya llevaba unos doscientos metros más allá de la cerca de alambre que ahora pretende ser sustituida con muros altísimos y aparentemente infranqueables, tuvo que desandar sus pasos a gran velocidad.

De algún lugar, un agente de La Migra le salió al paso, azuzando a una jauría de perros que estuvo a punto de tomar al compatriota como desayuno, si no es porque éste dejó un polvaredón y como pudo, se tiró de panza por debajo del alambre de púas, aterrizando en suelo mexicano, mientras el policía gringo se carcajeaba de lo lindo.

El mexicano, que para el caso pudo ser cualquiera de los miles que diariamente huyen del país buscando una vida mejor, se levantó y, sacudiéndose el polvo de sus ropas y curándose los raspones con saliva, agarró aire y dejó escapar un sonoro y vernacular grito:

—¡¡¡Viva Santa Anna, gringos hijos de su chingada madre!!!

Desconcertado, el agente de la Migra dejó de reír para respon-derle al connacional con una cátedra de historia, reclamándole cómo era posible que un mexicano vitoreara al hombre que dibujó uno de los pasajes más oscuros de la vida nacional.

—Mecsicanou ignorante… ¿no sabes que Santa Anna les vendió la mitad del país?… ¡No sabes que por culpa de él es que existe esta cerca?—le espetó.

Y el compatriota, sin dejar de sacudirse el polvo y lamerse las heridas, le respondió aún acezando por la barrida salvadora:

—Pues sí, güey, pero nomás les hubiera vendido un metro más pa’ cá y qué chinga me hubieran metido tus perros.

Punto.

Fin del chiste.

Viene a cuento lo anterior, a raíz de la aprobación en el Senado norteamericano, de la construcción del muro con que los gringos pretenden frenar el paso de indocumentados a su país, y la polémica que al respecto se ha levantado en México y la Unión Americana.

El famoso muro, todo parece indicar, será levantado de cualquier forma, a pesar de las voces de pro-testa que se alcen a este y al otro lado de la frontera.

Pero también es cierto que el muro no detendrá la migración ilegal, sino que, en palabras del ex presidente español Felipe González, sólo “encarecerá el flujo migratorio”.

O lo que es lo mismo, pronto veremos a polleros y coyotes en la portada de la revista Forbes, como parte del top ten de los más ricos del mundo, siendo como son, los titulares de un negocio que arroja ganancias de millones de dólares anuales, a costa de los más pobres en México, Centro y Sud América.

Y algo ha de saber de eso el ex presidente de España, donde el fenómeno de “migración ilegal” tiene proporciones similares a las que se ven por acá, con la variante de que allá los indocumentados llegan desde países africanos, fundamentalmente.

Lo cierto es que efectivamente, si en algo somos especialistas los mexicanos, es en torear a los gringos y burlarnos de ellos, acaso como la única manera de cobrarnos no sólo el histórico atraco mediante el cual, con la ayuda de ciertos gobernantes, nos dejaron sin la mitad de lo que era el territorio nacional.

Es decir, por cada metro de muro que se levante, habrá un hoyo por dónde colarse; por cada ladrillo o plancha de acero, el ingenio del mexicano seguirá horadando los intentos por detener la marcha de lo que algunos ya han dado en llamar “la recuperación de Aztlán”, que no es otra cosa que llenar el territorio gringo con la raza de bronce.

Y ese no es un fenómeno natural, sino que en ello han ayudado mucho, gobernantes cuya visión del problema no rebasa la cerril idea de que los gringos deberían estar agradecidos con nosotros, ya que nuestros connacionales van a Estados Unidos a realizar trabajos que “ni los negros quieren hacer”.

Así las cosas, entre Antonio López de Santa Anna y el ya ex presidente Vicente Fox, yo mejor como y me voy.

Contacte a Arturo Soto: chaposoto@yahoo.com


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  2. Oct 10, 2010: CULTURAdoor » » Culturadoor 54
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