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PRESENCIA
Por David A. Muñoz
Ciudad Satélite, estado de México.- México tiene otra cara. Un rostro que muchas veces el gobierno oficial desea proyectar para con el mundo. Es una imagen de progreso, de riqueza, un perfil que no tiene nada que ver con la pobreza o denigración tanto familiar como humana. Es un México en avance, progresando día a día mientras las fuerzas creadoras de la infraestructura económica simplemente le dan el toque de elegancia y caudal necesario para dar una imagen totalmente positiva. Al caminar por Ciudad Satélite, específicamente Plaza Satélite, espacio que por cierto, fue dentro del cual me moví y jugué mis primeros juegos de adolescente en potencia durante mis años mozos. Podemos ver un México completamente distinto al que hemos experimentado durante nuestra estancia. Las bien diseñadas construcciones no tienen nada que pedirle a cualquier mall de lujo de los Estados Unidos. Las tiendas desde el ya conocido Palacio de Hierro, hasta algunas franquicias del otro lado, junto con negocios originales poseedores de la última tecnología, ostentan un aire de superioridad mezclado con la buena educación capitalina; cada uno de ellos se paran con rostro de orgullo mientras una clase media alta, o quizás alta, se mueve entre sus escaleras eléctricas, sus tarjetas de crédito, sus Cinémex, sus cafés Chopin, o tal vez en el recientemente creado Mundo E, donde puedes ir a tomarte una cerveza en un lugar donde la hacen literalmente dentro del establecimiento.
Los pasillos brillan de lujo. Centenares de personas caminan una a una, o en parejas, o familias enteras se deslizan a ritmo moderno sobre las grandes ventanas, los elegantes pasillos, los mostradores con ropa exportada así como nacional, los aristocráticos adornos, las fuentes de colores, todo absolutamente todo, refleja un México distinto, una nación existente mas a la vez apartada, reino vivo mas a la vez insuficiente, llevado a tal condición por un número limitado de individuos que por azares del destino o voluntad divina han tenido acceso a este mundo que en nuestra sociedad actual refleja poder por medio del dinero. Curioso es el darse cuenta que el llamado éxito actual depende de la ropa que me ponga, del perfume que coloque sobre mi cuerpo, de los tenis que lleve puestos, o del logo que mi camiseta lleve impreso. ¿Qué hay del carácter humano? ¿De la veracidad de mis palabras? ¿De las intenciones de mi corazón? ¿De aquellos valores que pueden darme un lugar privilegiado en la escala de la honestidad? Es verdad que en la actualidad la gente ya no se preocupa por dar su palabra en empeño. Si pido un préstamo y quiero dar solamente mi palabra, seré tachado de un payaso ignorante. Actualmente la palabra del individuo ya no posee ningún valor de oferta. Al contrario, desde el punto de vista chilango puede ser simplemente un “paro” para lograr engañar a mi interlocutor y salirme con la mía. No obstante, el México que resalta al visitar estos lugares es un México más pulcro, más realizado, un imperio mejor acondicionado para enfrentar los retos del siglo XXI. Todo esto refleja una verdad y una mentira a la vez. Es cierto, México ha continuado con su avance en proporción a ser el vecino del país más poderoso de la tierra a principios de siglo. La extrema pobreza no ha desparecido obviamente. Sin embargo, un pequeño porcentaje ha logrado salir de esas condiciones que muchas veces pueden ser infrahumanas. A la misma vez, México sufre muchos problemas todavía. La inseguridad es uno de los más grandes. La falta de confianza en el prójimo. Ya no puedes confiar ni en tu propio vecino porque quizás él, tenga el valor de hacerlo, y por necesidad, te robe las llantas de tu coche. Puede uno ver anuncios para empleos necesitados actualmente en la capital azteca. Sin embargo, la estabilidad de dichos empleos está en cuestión; la seguridad de los empleadores se puede poner en duda. Muchas veces no pagan, otras son simplemente anzuelos para atraer jovencitas a una vida de prostitución. Muchas otras, son simples soñadores en busca de alguien que los escuche para no perder toda su saliva discutiendo con el taxista que no los va a llevar un centímetro más adelante hasta no ver dinero sobre la mesa. La pasé muy a gusto en estos espacios modernos llenos de producción cultural e iniciativas productivas. Por momentos se te olvida el tráfico, los abultamientos en el metro, los tranzas de los compatriotas, la cuenta de más que te hicieron en la Zona Rosa, aquella noche cuando te quedaste atrapado en un bar en la colonia Vallejo debido a la lluvia.
No obstante, no puedo dejar de pensar en el equilibrio necesario para una ciudad casi en estado de descomposición. Una metrópoli enfrascada en mantener distintas caras ante el mundo. Si así lo deseas, la ciudad de México será un Monte Carlo, ahogándose en placer y dinero. A la misma vez, puede ser una pequeña villa en algún lugar del mundo, hundida en sus propias tragedias. Mientras en los espacios A, el progreso continúa, en los B, la enfermedad de la frustración humana nos impide avanzar un sólo centímetro. Todo debido a que los intereses humanos actualmente y siempre, han estado controlados por las estructuras del poder, poder centrado en el dinero, y desafortunadamente controlado por unos cuantos. Este fue un México mejor, pero todavía lleno de problemas. Es, la otra cara de México.
© David Alberto Muñoz
David Alberto Muñoz, Ph.D.
Residential Faculty Philosophy & Religious Studies
Chandler-Gilbert Community College
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