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PRESENCIA

…hay algo muy curioso, las sensaciones nunca cesan, al contrario, van de norte a sur con mayor rapidez, de la pasión desenfrenada al arrepentimiento, de la humillación publica al enaltecimiento propio…

UN CUENTO

Por David Alberto Muñoz

Día de publicación: 18-Marzo-2008

Me llamo Jorge Zarate, alcalde de la ciudad de Nueva Yorkinía en el municipio de las Maniacas, estado del mismo nombre, país conocido.

Hace algunos días me descubrieron en una movida que traía desde ya hace varios años. En verdad creo que es lo más normal del mundo, pero actualmente hemos adoptado una moralidad tan Victoriana que resulta difícil justificar el haber pagado a profesionales del sexo por sus servicios.

—¡No seas idiota por el amor de Dios! ¡No digas eso!

—¿Qué le dice su mujer alcalde?

¡Perdón! Mi mujer ya me dio más de siete cachetadas bien dadas. Me imagino que bien merecido me lo tengo. Debo de agradecerle el hecho que haya salido para acompañarme al hacer esta declaración.

Pero pensándolo cuidadosamente, considero que la gente no está preparada para escuchar la verdad. Más bien estamos capacitados para mandar a medio mundo a la mierda si creemos han violado un estatuto de las reglas morales de nuestra sociedad que entre paréntesis es muy hipócrita. Y no lo digo en tono de venganza. ¿Cuál venganza? Bastante ya pasó, especialmente al verme frente a todos ustedes con la cara de imbécil pidiendo disculpas por haber contratado los servicios de una profesional, y ustedes disculpen si ya repetí la idea con anterioridad.

—¿Entonces es verdad?

A veces pienso que todos nos prostituimos de alguna manera. ¿Cuántas veces no nos quedamos callados ante los gritos de nuestro patrón? Más aún, le hacemos la barba todos los días para que no nos corra. O tal vez nos hacemos de la vista gorda para no alcanzar a ver que el compañero de trabajo se está robando materiales de la oficina. A lo mejor nos da nuestra parte, y con eso ya quedamos contentos. En ocasiones creo que es nada más por miedo o posiblemente el privilegio que obtenemos lo que guía realmente nuestras acciones. Y la verdad creo que todos somos culpables hasta cierto punto. Claro, hasta que nos agarran.

No estoy seguro por qué lo hice, si por necesidad, obligación, placer o gusto. Todos somos seres sexuales con ideas tontas en la mente. ¿Me van a decir que no? ¡Por favor! Todos somos unos depravados, quizás a distintos niveles pero como dice la Biblia el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra. Hay una necesidad dentro de nuestros mismos cuerpos.

A veces pensamos que es nuestra obligación, y culpamos a la genética diciendo que los hombres deseamos dejar nuestro semen regado por todos lados. Pero prefiero no expandir el pensamiento porque entonces sí me pueden dejar definitivamente.

Lo único que nos queda es explicar mis acciones basados en el placer o el simple gusto de experimentar sensaciones netamente estéticas. De una cosa sí estoy completamente seguro, las emociones humanas van más allá de los supuestos pensamientos lógicos o el mentado raciocinio que muchas veces nos vuelve locos.

—¿Por qué lo hizo señor alcalde?

—Usted siempre había sido un defensor de la moral y las buenas costumbres.

—Se contradice a usted mismo.

No quiero disculparme. No lo puedo hacer. Todo mundo me mira con ojos de juicio. Sé muy bien que lo que hice estuvo mal. Pero hay algo en lo prohibido que siempre nos atrae a los seres humanos. ¿Díganme ustedes si no es verdad? Poco a poco te vas incrustando en ese mundo, lentamente, con cierta pereza, quizás sin desearlo, y de pronto te encuentras convertido en todo un verdadero magnate del mal, totalmente depravado.

No soy el primero ni seré el último. Además la prostitución existe desde la época de los griegos donde era legal, y creían los ciudadanos de antaño que tales acciones eran parte de la democracia casta, pura, de un linaje considerado poco más o menos noble.

Siempre ha existido la oferta y la demanda en ese campo. Desde cuando hemos olvidado el ver nuestro verdadero reflejo como seres humanos. Muchas veces preferimos juzgarnos mutuamente. Es mucho más fácil. Si no quiero aceptar que existe la prostitución, me enojo cuando sé de un oficial público cometiendo tan terrible acción. Es como el haberme convertido en la excusa para recibir el odio de mucha gente, o al menos el enojo. No sé si me explico, pero es mucho más fácil tener a quien odiar, tener enemigos aunque éstos sean creados en medio del aire con palabras sin significado, que el intentar crear coherencia con nuestra propia existencia, lo que incluye la mentada realidad.

—Señor Zarate, haciendo a un lado sus conclusiones filosóficas, la verdad es que usted cometió una falta no sólo contra la moral sino también en contra de las leyes de este país.

Pues estoy tratando de defenderme lo mejor posible. ¿Alguna vez has hecho algo de lo cuál te arrepientes? ¿Nunca antes has estado en una situación en la cuál eres el hazme reír de medio mundo? Yo diría que sí…mira…es como un extraño poder que te domina, poco a poco va acaparando tu atención, tus pensamientos. Llega el momento en el cual ya no puedes controlarlo. Y lo más curioso de todo es que produce en ti un infinito placer que no puedes comparar con nada absolutamente. Sí, ya que te agarran y lo piensas con más cuidado, te das cuenta de lo estúpido que fue el haberlo cometido. Pero los momentos no permanecen en la vida humana. Los sentimientos vuelan de arriba para abajo. Nos deslizamos por verdaderas resbaladillas de incomprensibles sentimientos que en ocasiones nos llevan a cometer lo que yo cometí.

—¿Y su familia señor Zarate?

¡Esa es una pregunta estúpida! ¿Cómo quieres que se sientan? Lo único que puedo hacer es intentar recobrarla.

—¿No ha pensado que a lo mejor eso debió haberlo meditado antes de hacer lo qué hizo?

A cada minuto…a cada segundo…lo único que deseaba hacerles entender es la razón, el motivo de mis acciones…y la verdad creo que ni yo mismo lo entiendo…tal vez es verdad lo qué dicen muchos, todos los hombres son iguales…somos humanos…y como humanos tenemos raras prácticas que provienen del instinto.

—¿Qué piensa hacer ahora?

—¿Va a renunciar a la alcaldía?

—¿Cómo se siente su familia?

—¿Cree que esto le hará daño a su carrera política?

—¿Sus padres qué piensan?

—¿Cuándo fue la última vez que estuvo con una prostituta?

—¿Por qué gastó tanto dinero?

¡Señores, señores por favor!

Lo único que deseaba hacer es tratar de explicar mis acciones de la manera más honesta y coherente, si esto es posible. Lo demás…ya vendrá…por favor…hay algo muy curioso, las sensaciones nunca cesan, al contrario, van de norte a sur con mayor rapidez, de la pasión desenfrenada al arrepentimiento, de la humillación publica al enaltecimiento propio, del orgullo al deshonor, de la modestia a la jactancia, pero al final de cuentas lo que siempre parece permanecer es nuestra humanidad.

—¡Señor alcalde…!

Buen día señores, muchas gracias por haber venido a la función.

© David Alberto Muñoz, Ph.D.
Faculty Philosophy & Religious Studies
Chandler-Gilbert Community College
2626 East Pecos Road
Chandler, Arizona 85225-2499
(480) 732-7173
david.munoz@cgcmail.maricopa.edu


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