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Esto me lo dijo Ángel, mi compañero de oficina, una mañana que le conté sobre una pésima noche, en la que no sólo no logré dormir, sino que mis cinco sentidos no lograban hacer otra cosa además de estar en la cama batiendo pensamientos…
MINIFICCIONES
Por Alejandra Meza
—Exclusiva de Culturadoor.com, desde Hermosillo, Sonora, México—
Día de publicación: 13-Diciembre-2010
La campanita (nobis peccatoribus)
Una boca que se derrite por primera vez; par de pieles jamás recorridas. Prendas calurosas abandonando cuerpos que arden. Dos, en cama para uno. Minutos antes del mediodía en un sitio inadecuado ¿Amar, bajo cualquier circunstancia, podría acaso ser un error? Durante décadas, sus almas se habían compenetrado, a tal grado, que el acto físico quizá estaba de más: era un mero trámite que dictaba la vida.
A los besos le siguieron los arrumacos y también las preguntas: ¿Lo que estaba sucediendo era pecado venial, sacrilegio o una señal divina? La respuesta, francamente, no le interesaba, pero hacer un autoanálisis de cada acción era inherente a su forma de vida.
Después de la fusión corpórea-espiritual, le vino de súbito el sentido del deber. Se puso la sotana y caminó rumbo a la capilla pensando en lo maravilloso que es el amor. Llegó justo a tiempo para el Angelus. Y a las doce del día, sonó su campanita.
Anti-insomnio
Cuando se dificulta conciliar el sueño, uno tiende a girar el cuerpo en ángulos de noventa grados; si esto no mejora la situación, al menos estimula la proliferación de imágenes mentales curiosas, frases célebres y hasta el germen de un poema o un futuro best seller. Lo que pocos saben (me incluyo hasta hace unos días) es que, en dichas ocasiones, es posible contactar a otras personas que también sufren insomnio.
Esto me lo dijo Ángel, mi compañero de oficina, una mañana que le conté sobre una pésima noche, en la que no sólo no logré dormir, sino que mis cinco sentidos no lograban hacer otra cosa además de estar en la cama batiendo pensamientos.
Me lo confió como quien revela su bien más preciado: “La próxima vez que te pase eso, piensa en mí, si te concentras lo suficiente y en ese momento yo también estoy batallando para dormir, vamos a tener un encuentro muy especial”.
Las noches subsecuentes ¡Fueron tan emocionantes! Nunca logré distinguir el segundo en que mi mente abandonaba el peso de mi cabeza y mi cuerpo encamados, y se transportaba con Ángel a los escenarios menos pensados, desde un rascacielos abandonado en una ciudad imaginaria, hasta una veloz lancha en el Sena de un París extraño y no menos atractivo.
Otros días fueron tranquilos. Por ejemplo, la cuarta noche de insomnio, nos dedicamos a explorar rincones desconocidos de la empresa en que ambos trabajamos. Así descubrimos qué guarda María en el cajoncito que siempre tiene bajo llave, y que la pequeña puerta atrás del cubículo del licenciado Ortega, no conduce a nada interesante. Pero sin duda, la noche que más disfruté, fue cuando corrimos descalzos por todo el mundo. No sentí cansancio, a pesar de que ningún país y paisaje hermoso escapó de mis ojos. Disfruté el mundo, me lo comí entero, en cosa de cuatro segundos.
Todo esto suena inverosímil al contarlo, pero mientras se experimenta es imposible percatarse de su irrealidad.
Luego de una semana del insomnio más insólito y emocionante de mi vida, anoche ocurrió algo aterrador: no logré contactar a Ángel.
De inicio, la locación pintaba interesante. Me encontré en la azotea de un rascacielos apenas iluminada por la luna menguante. Había un silencio sepulcral que penetraba hasta el último resquicio. Esas condiciones me provocaron la sensación de ser la protagonista de un filme, hasta que vi a Nancy aparecer en el extremo opuesto, mirando asombrada a su alrededor, lo cual me sacó completamente del guión. ¿Qué hacía ahí la novia de Ángel? El impacto me llevó de vuelta a la cama, donde estuve dando vueltas al asunto, y a mi cuerpo, hasta el amanecer.
La mañana de oficina volvió a ser como ocho días antes: gris y flemática. Me preparé un café cargado y abrí mi correo electrónico, el primero era de Ángel. “Nancy también está sufriendo insomnio, hay que tener cuidado”. Salí a la azotea del estudio para respirar las ideas: lo primero y más importante, pensé, es que Nancy no alcanzó a verme. Lo segundo: ella es la directora de recursos humanos en la empresa donde estoy a prueba para el puesto de guionista de series televisivas. Por mi futuro profesional, es preciso que encuentre otra manera de manejar el insomnio. Creo que hoy compraré pastillas para dormir.
Discriminación
Mi asombro crece conforme recorro las aulas. Deformidades, lenguas salidas, ojos saltones, una comunicación trunca: Empiezo a dudar seriamente de la sabiduría de la naturaleza. Me conforta el último salón: alumnos “regulares” y una profesora con parálisis cerebral.
Un chiquillo me avienta un borrador, y continúan sus compañeros la lluvia de útiles escolares que viene a precipitarse sobre mi peludo ser.
Qué irónico, me lamento, que en un sitio destinado a la integración social se maltrate a una criatura de Dios. Con orejas y cola caídas, me doy media vuelta y troto rumbo a la calle.
Por: Víctor Machado en Dec 13, 2010
Muy buenos, ojalá pueda leer más de ti Ale. Por cierto mi favorito fue la campanita.
Por: Alexis Sánchez en Dec 15, 2010
Grata sorpresa. Pasaré a tu blog y leeré más sobre ti. Ojalá luego compartamos una lectura. Saludos.
Por: Eduardo Bermudez en Dec 15, 2010
Mi querida Alex,tu si que sabes acariciar la pluma
Por: ppon en Dec 24, 2010
Realmente eres una caja de monerias, no?!, después de meditar un poco sobre las 3, me es muy dificil elegir un favorito, por el momento me inclino por “Insomnio” puesto que me hace revivir recuerdos, ideas y porque sufro de, quizá por la maniana cambie de idea.