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Al ponerse de pie enfocó la mirada para lograr captar una imagen inolvidable. A lo lejos se veía una mano que aleteaba por la ventana abierta y que iba desapareciendo con la distancia… se eclipsó “la flecha” y se esfumó Juan…
Creaciones Escolares
Imágenes cortesía del autor tomadas en Las Tortugas, Michoacán, Mex.
Por Isaías Ibarra
—Estudiante de los cursos de literatura chicana y latinoamericana, California State University-Stanislaus—
Día de publicación: 12-Enero-2011
Las mujeres se dirigen hacia el molino para desmenuzar el maíz y obtener el nixtamal, mientras del interior de algunas casas de adobe, techadas con teja blanca, sale el humo señalando que ya algunas han comenzado a prender el fogón para hacer las tortillas. El cantar de los gallos, afinado como siempre, se escucha en todas direcciones; juntos entonan una serenata tempranera, dándole la bienvenida a un día más.
A pesar de que la mañana parece ser la misma de ayer, el día no lo será, al menos para el niño Salud y para Juan, su amigo.
—¡Juan! ¡Juan!— exclamó Salud desde la puerta frontal de su casa. —¡Juan!— gritó una vez más exhalando completamente el aire pulmonar al ver que éste, su mejor amigo, pasaba por enfrente de su casa. Eran cerca de las nueve de la mañana, hora en que “la flecha”, repleta de pasajeros, acostumbra pasar por el rancho con destino a Puruándiro. Ésta salía de los Reyes, pasaba por Santa Clara, llegaba aquí a Las Tortugas, más adelante levantaba gente en el Armadillo y después llegaba a Puruándiro.
Juan giró la cabeza hacia la casa de Salud e inmediatamente se acercó a su amigo. Salud caminó a su encuentro. —¿Para dónde vas? ¿Por qué llevas eso?— preguntó extrañado al ver que en vez de cargar su mochila escuelante portaba una maleta y por el aspecto parecía estar completamente llena de ropa.
—Ya nos vamos para el Norte— tristemente replicó Juan sin poder dirigir la mirada a su amigo. Juan tenía apenas siete años y a esa edad ya había experimentado la dureza con que se vive en los campos rurales de Michoacán. Desde los cinco años acostumbraba acompañar a su padre a las milpas. Solían cultivar maíz, frijoles y garbanzos. Además de algunos cerdos de engorda que se vendían muy bien por las carnicerías municipales.
—¿Y se van todos?—preguntó Salud.
—Sí— reveló Juan mirándolo desconsolado.
—¿Y cuándo regresan?— interrogó nuevamente.
—No sé—contestó Juan encogiendo su cabeza como lo hacen las tortugas cuando intentan esconderse de algún predador que amenaza contra su vida—¡ Y quién sabe¡—remachó—dice mi papá que allá estudiaré y que posiblemente no regresemos jamás, disque porque aquí la gente no tiene ni para comer.
—Es verdad. A mi papá el otro día le fiaron la semilla para la siembra de este año. Les prometió pagar cuando cosechara, pero quién sabe… ya es tiempo de que llueva y ni siquiera una nube se ha paseado por nuestro cielo.— comentó Salud.
—¿Y qué hará si no puede pagar?— interrogó su amigo.
—Mi abuelo Pascual tiene una yunta de bueyes y a lo mejor tendrá que entregarla como pago. Pero yo sé que pronto lloverá, ya la gente del rancho está rezando el rosario todos los días. Además, el padrecito da misa tres veces a la semana.— respondió Salud.
El abuelo Pascual en su milpa La Palma…
—¡Apúrate Juan! ¡Ya llegó “la flecha”!— gritó su madre.
—Bueno, me tengo que ir. Cuídate mucho, haber si un día volvemos…— dijo dudosamente.
Después tomó su maleta, le sacudió el polvo de la terracería y se dirigió rápidamente hacia “la flecha”, ese autobús amarillento que en la parte alta del parabrisas tenía escrito “Los Reyes,” rancho de donde provenía. Estaba estacionado al lado de la casa del tío Chava, primo hermano de Pascual, el papá de Salud. El tío Chava tenía cerca de un año que había partido también hacia el Norte. Su casa se encontraba sola y llena de lagartijos que durante el día se percibían desde lejos.
Juan subió a “la flecha” después de haber guardado su maleta en el compartimiento. Salud observó que éste se sentó en el asiento trasero al lado de su mamá, su padre y su hermano mayor. Enseguida Juan bajó la ventana y le hizo una seña. Corrió instantáneamente hacia él, pero el autobús avanzó.
—¡Salud, te regalo mi resortera y mis canicas, ya no las necesitaré!— exclamó Juan mientras aumentaba la velocidad y se distanciaba cada vez más. Salud recogió del suelo la resortera y una bolsita con unas cincuenta canicas. Al ponerse de pie enfocó la mirada para lograr captar una imagen inolvidable. A lo lejos se veía una mano que aleteaba por la ventana abierta y que iba desapareciendo con la distancia… se eclipsó “la flecha” y se esfumó Juan…
Juan había sido no sólo su vecino sino su mejor amigo, casi su hermano. Juntos habían aprendido muchas cosas. Entre éstas a pasear en bicicleta, a jugar canicas, a bailar el trompo, a jinetearse las ramas de cazahuate, incluso a abrocharse los zapatos. Pero ahora la vida se había encargado de separar su amistad.
—No se agüite hijo… véngase vamos a almorzar, ya su mamá nos preparó unos huevitos fritos con frijoles. Después te vas a la escuela y cuando salgas acompañas a tu mamá a llevarme de comer a las milpitas, necesito que me ayudes a desquelitar— ordenó su padre Pascual.
—Dijo que a lo mejor no volvían.— expresó tristemente Salud.
—A lo mejor no, o a lo mejor sí. Pero no te preocupes, quizás un día nosotros partamos también rumbo al Norte en busca de una vida mejor. Allá para Lindsay, en California, donde están tus tíos, Salud y Bonifacio.
—¡De veras papá!— replicó el niño alegremente al darse cuanta que por fin conocería a su tocayo mayor.
—Sí mi ‘jo. La vida aquí está muy difícil. Además, muchos de los que se van ya no regresan. Ha de ser porque allá en el Norte la gente vive mejor. Han de tener un buen trabajo o un lugar bonito donde vivir— compartió el padre.
—¡Ya la mesa está servida, vénganse a desayunar!— exclamó Antonia, la madre.
Tristemente volvió Salud a mirar hacia la carretera, donde nunca jamás volvió a ver nada…
Por: NAVOR en Jul 25, 2011
QUE BUENA POESIA COMPA GRACIAS POR EL TIEMPO QUE LE DEDICASTE A LA ELABORACION, FELICIDADES, EN HORA BUENA Y QUE DIOS Y LA MORENITA SIEMPRE ESTEN A TU LADO….
NAVOR
NAVOR_22@hotmail.com
Por: Yetzemeni Terriquez Vargas en Oct 10, 2018
👌👌👌 nice
Yetzemeni Terriquez Vargas
yetzemeni.terriquez.vargas@gmail.com