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Frente al escenario, un hombre ya maduro bailaba con una energía envidiable. La banda de rock tocaba música de los años ochenta y más de dos mujeres se detenían a bailar con el susodicho quien cansó a más de cuatro y saltaba gritando con mucha emoción…Ya me emociono cuando escucho el himno nacional estadounidense, cuando veo mi propia vida y observo que me he convertido en un ser con tres culturas: la mexicana, la chicana y la estadounidense por no decir la gringa…
CRÓNICA
Cronicando otro 4 de julio. Imágenes cortesía del autor
Por David Alberto Muñoz
—Especial para Culturadoor.com desde Tempe, Arizona—
Día de publicación: 6-Julio-2011
El ambiente en todo el Valle del Sol se antojaba sazonado. Un calor de los mil demonios hacía acto de presencia al igual que siempre. Una a una más de 60,000 personas iban llegando al lago creado por manos humanas en la ciudad de Tempe, lugar donde también se encuentra la Universidad Estatal de Arizona. Todos íbamos con el propósito de celebrar un aniversario más de la independencia de este país que ya es mío también. Después de más de 30 años de vivir en tierras rojo azul, es imposible negar el cariño que ha brotado en mi corazón para con los Estados Unidos de América. Y debo decirlo, esto no ha disminuido en ninguna manera mi cariño por mi tierra ancestral.
Este cuatro de julio, la cultura anglosajona se dejaba ver en todo su esplendor. Hombres vestidos de shorts con camisetas conmemorativas de la celebración de este año (incluyéndome a mí). Algunos vestían anuncios de Jack Daniel’s, el whiskey de Tennessee, uno que otro, sin camiseta, con cuerpos de bodybuilders se lucían a lo largo de todo el parque, mientras que un montón de güeras alumbraban la escena con sus cuerpos tatuados y algunas deleitaban el ojo del varón con sus falditas diminutas.
Era una escena muy peculiar, el hombre pasado de peso que apenas puede caminar tomado de la mano de su niña quien se sentaba en una sillita de acuerdo a su pequeña estatura, mientras la gordita comía y comía con la desesperación producida por la común ansiedad del vivir diario. No podían faltar las parejas jóvenes que desde que llegamos nos entretuvieron con un faje mutuo tirándose literalmente en el césped para aliviar al menos momentáneamente el deseo carnal que existe dentro de todos nosotros. Algunas retrataban desvergonzadamente mientras sus ojos se cruzaban con los tuyos. Los gringos escandalosos gritaban con orgullo al mismo ritmo que los veteranos anunciaban su presencia vistiendo parte de sus uniformes y la bandera estadounidense colgada en sus sombreros.
El lugar se iba llenando poco a poco.
Los patrocinadores eran mencionados cada cinco minutos, Wells Fargo, Cox Cable, Verizon, Budweiser, y un montón de “vendors” que vendían hot dogs, pan indio, barbecue ribs y Pepsis a cinco dólares por botella.
La mayoría de la gente era blanca, uno que otro afroamericano y pocos mexicanos. Tal vez se quedaron a ver perder a México contra Chile. De pronto, a distancia pude ver un sij, miembro de la religión del Sijismo, esa curiosa combinación de islam con hinduismo. De pie con su turbante y su barba bien crecida el hombre entraba a una nueva cultura. Su familia detrás de él vislumbraba un ambiente que tal vez era nuevo para ellos. Su niña, de alrededor de 10 años de edad, observaba con asombro a las muchachas que vestían bikinis y volteaba a ver a sus padres como preguntando: “¿Qué es esto?”
Frente al escenario, un hombre ya maduro bailaba con una energía envidiable. La banda de rock tocaba música de los años ochenta y más de dos mujeres se detenían a bailar con el susodicho quien cansó a más de cuatro y saltaba gritando con mucha emoción.
La noche llegó con una esperada frescura. La gente continuaba llegando. La noche era testigo del calor sudado de miles y miles de personas que deseaban celebrar la “libertad” que ofrece esta nación, aunque a veces a muchos todavía no la nieguen por ser distintos al status quo.
Las voces crecían con el paso del tiempo. Es muy curiosa la atmósfera general de las celebraciones estadounidenses, todo se hace decentemente y con orden. Agentes de seguridad caminaban checando “ID’s” sobre todo si observaban a un joven bebiendo alcohol. Traían una maquinita que de inmediato comprobaba si la identificación era legítima o no. Policías del departamento policiaco de Tempe cercaban la escena siendo simplemente observadores de lo que ocurría. Estudiantes de ASU llegaban haciendo sus observaciones intelectuales mientras se repartían cervezas y estiraban los brazos en señal de celebración.
Después de varias horas se presentó el espectáculo de los fuegos pirotécnicos. Por más de 40 minutos el cielo se alumbró con luces de colores que parecían despertar a las mismas estrellas lejanas que observaban con ojos de sueño la escena. Fue precisamente ese momento el que me hizo reflexionar. Los Estados Unidos no es un país perfecto. Ha hecho muchas cosas que van más allá del discurso oficial de libertad a los derechos humanos. Sus intereses muchas veces quedan atrapados dentro de su propia retórica y todavía se cree que todo el mundo debe de hacer las cosas como las hacemos nosotros en este país. Sin embargo, en medio de muchas imperfecciones, el “Tío Sam” nos ha ofrecido oportunidades, nos ha abierto las puertas a muchos inmigrantes que llegamos hace ya muchos años a estas tierras que cierto día fueron México pero ya no son. Hemos permanecido con nuestra cultura, nuestras tradiciones y nuestro idioma detrás del desarrollo mundial de una nación que quizás es el experimento más latente que intenta asimilación sin perder raíces.
Ya me emociono cuando escucho el himno nacional estadounidense, cuando veo mi propia vida y observo que me he convertido en un ser con tres culturas: la mexicana, la chicana y la estadounidense por no decir la gringa. Entro y salgo a mi antojo de cada una de ellas, siento y vivo las expectaciones de cada una, celebro y me alegro con los triunfos de cada una, y si a veces tengo preferencias por ciertos equipos, canciones o situaciones, es porque mi individualidad ya ha tomado control pero eso sí, sin negar, sin mutilar el valor que cada cultura debe tener, sobre todo si le otorgamos el respeto que se merece.
Dejamos aquel lugar con un corazón satisfecho, satisfecho de ver lo que hemos logrado, el entendimiento de culturas, de personas, de situaciones totalmente distintas, pero deduciendo que ya en lo profundo, es la cultura humana expresada de distintas maneras para lograr el orgullo que todos sentimos como seres humanos.
De pronto, el sonido de un micrófono llamó nuestra atención. Alguien predicaba el mensaje cristiano con voz de locutor. Al acercarme pude ver cómo presentaban al Nazareno, sangrando, casi desnudo y con rostro de compasión mientras el mensaje nos decía que andábamos mal, que necesitamos arrepentirnos, que lo que habíamos hecho estaba mal, que no éramos felices, que estábamos siendo engañados por las fuerzas del mal, que teníamos que sufrir para ganar la salvación.
¡¡¡Ay caray!!!
?
Nunca he negado la cruz de mi parroquia. Creo en Dios y sé que la fe puede mover montañas. Lo que sí no puedo entender es la facilidad con la que actualmente el discurso religioso condena a todos sólo por no estar de acuerdo con sus principios ideológicos. Si no estás de acuerdo con una jota o coma estás perdido. No eres feliz, usted disculpe, a mí no me lo habían dicho. Entonces voy a empezar a sufrir para ser digno del Nazareno. Mandaré por la borda todas mis alegrías y mis logros porque eso no es ser digno de Dios. ¡Por favor! Despertemos todos a nuestras realidades y principiemos a apreciar el valor de cada ideología sin condenar al “otro” sólo por ser distinto. ¿No es eso racismo? ¿No es eso discriminación? ¿No es eso ilógico? ¿No es eso lo mismo que se hace con el inmigrante en los Estados Unidos? La riqueza del ser humano está en su gran diversidad. Si todos fuéramos iguales que aburrida sería la vida.
Terminó la jornada y cada uno de nosotros partimos a nuestros hogares. Con material para repasar, con imágenes que recordar e interpretar, con ideas que revaluar, con nuevas identidades en proceso de desarrollo, con matices de locura, sentimiento y veracidad.
God Bless America! (Ya sé que en nuestros países América es todo el continente) Pero, por qué no dar sólo el entendimiento de decir: sí conocemos tu cultura.
Happy 4th of July…