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Infinitas son las formas en las que Ruina vence a las ciudades. Solo una quiso rendirse. Supo que nada podía contra Ruina que de cualquier modo la alcanzaría.  Ante Ruina la ciudad se cayó sin ocultarse en la tierra. Mostró sus piedras desnudas sin vergüenza…

CUENTO

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Por Granada Giménez

granada.gimenez@hotmail.com

— Exclusiva de Culturadoor.com desde Madrid, España—

Día de publicación: 2-Septiembre-2012

Todas las ciudades están desapareciendo. A todas las rodea Ruina escondida en el tiempo,  inteligente, insobornable, imparable. Ruina permite a las ciudades que elijan la forma en que se presentará.

Algunas ciudades prefieren ser  esparcidas por los vientos. Esperan que el proceso sea lento confiando en que podrán reparar cada uno de los granos perdidos. Se equivocan.  Llegan a olvidar la amenaza. Inexorablemente son vencidas por el tiempo. Ruina se presenta puntual a su cita. Las más afortunadas acaban siendo dunas de los pensamientos móviles de los que algún día conocieron sus calles compactas. Son las Ciudades Olvidadas.

Otras prefieren caer en la tierra a medida que se intentan reinventarse de forma vertical. Se equivocan. Quedan atrapadas en las capas más bajas de la memoria  hasta que cualquier tropiezo azaroso las arranca con las manos de ese olvido y algún fragmento sale a la luz. Finalmente son veneradas en urnas bajo cero por eruditos que nada saben y que construyen con sus antiguas piedras calles llenas de equívocos. Son las Ciudades Encontradas.

Hay ciudades que se deforman intentando ocupar el horizonte y que de esta forma Ruina se pierda en su entrada e ignore donde presentarse. Se equivocan. Rápidamente sus calles van perdiendo la retícula de la cordura y acaban convirtiéndose en serpientes que van devorando uno a uno a sus habitantes. En estos casos Ruina llega con la última palabra del último de sus ricos habitantes. Quedan atrapadas en recuerdos mudos, esperando vacías otro maná que las habite. Son las Ciudades Codicia.

Las hay que prefieren no elegir. Se quedan a la espera hasta que el enemigo aparezca. Se equivocan. Se fortifican creando muros de indiferencia. Inevitablemente El enemigo se presenta entonces bajo el estruendo de miles de botas que desfilan obedientes. Las murallas caen. Ruina entra victoriosa protegida por un manto de lágrimas y sangre. Son las Ciudades Combatientes.

Muchas, las más, se abandonan a una dulce pereza y las historias tristes. Historias de niños juegan trabajando, de mujeres caminantes, pedigüeñas, de hombres de mirada perdida que esperan sentados a la sombra de un árbol en cualquier plaza.  Creen que permanecerán con poco en la supervivencia. Se equivocan. La sed y el hambre abren la puerta a  Ruina que como siempre llega puntual, no más pronto no más tarde, en el momento preciso de la desesperación. Son las Ciudades Miseria.

Hay ciudades huidizas que cuando presienten la llegada huyen creando clones en latitudes imposibles. Se equivocan. Las calles antes idénticas van transformándose a medida que la latitud cambia las estaciones. Las plazas cambian las fuentes para encontrar otras sombras. Hasta que un día dejan de reconocerse y solo les queda el nombre. Ruina se presenta en la invocando el nombre y la ciudad le abre la puerta recordando una grandeza pérdida. Son las Ciudades Orgullo.

Infinitas son las formas en las que Ruina vence a las ciudades. Solo una quiso rendirse. Supo que nada podía contra Ruina que de cualquier modo la alcanzaría.  Ante Ruina la ciudad se cayó sin ocultarse en la tierra. Mostró sus piedras desnudas sin vergüenza. Y así siendo solo piedra desnuda acariciada por el viento húmedo se disgregó hasta dejar de ser polvo. Se hizo música. Comenzó a  invadirlo todo. Arrasó calles y plazas con bailes que se transformaron en roces furtivos de caderas, en muslos, pechos, cuellos, bocas y lenguas. Se convirtió jadeos, en saliva, en sudor. Fue susurros dichos a media luna.  Acabó siendo una brisa húmeda al sentir el olor del mar. Cuando llegó a la orilla la ciudad gritó con fuerza de olas que ella no era ya no era viento. Que se había rendido y ya no había ni abandono, ni combate, ni orgullo. Que ya no temía a la miseria ni al olvido. La Ruina no supo como vencerla. No encontró calles, ni plazas, ni piedras. Solo cuerpos, solo vida. No pudo con ellos. Es la Ciudad Deseo.



2 Comentarios a “Ruina”

  1. Por: Amalia en Sep 13, 2012

    Excelente.

    Amalia,
    amaliacampos@telefonica.net

  2. Por: Carmen en Oct 21, 2012

    Lo leo por segunda vez y me gusta más, diferentes son las actitudes ante la vida pero es la piel la que gana la partida, o el calor del espíritu. En fin estupendo relato

    Carmen
    msanchezol@cofis.es

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