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Mi letra no es en inglés, en fin, viene a ubicarnos en un terreno de óptica singular con respecto a la resistencia cultural de los tucsonenses de origen hispano. 

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CULTURADOOR RETRO

Artículo

Del archivo impreso al electrónico

—  Publicado originalmente en la revista cultural GRADAS, mayo de 1993, Hermosillo, Sonora. —

 Por Martín Enrique Mendívil

 

Día de publicación: 4- Agosto- 2020

 

A nivel general, cotidiano, no nos detenemos a pensar en qué era del vecino estado norteamericano de Arizona antes del famoso Tratado de la Mesilla, de 1853, entre el entonces gobierno de nuestro país, el presidido por el inefable Santa Anna, y su homólogo angloamericano.

Tucson, al parecer, lo ubicamos siempre del lado americano. Sin embargo, existen sensaciones escondidas que, a los sonorenses al menos, nos llevan a pensar en Tucsón (ahora sí con acento) como algo nuestro. “Tucsón como capital de Sonora” “Cuando vamos a Tucsón es como si estuviéramos en México”, etc. son expresiones entre irónicas, bromistas y en serio que escuchamos frecuentemente por este lado de la frontera.

¿Es esto una muestra más de nuestro supuesto malinchismo impenitente? ¿Se trata de la atadura al deseo de que la cigüeña parisina hubiera virado su ruta y nos hubiera depositado mejor algunos kilómetros al norte de la línea? Sin afán de negar los corazones que laten al ritmo de estos sones me detengo en otro aspecto: aquello inconsciente que pueda tener una explicación consciente.

Pocas veces reparamos en que Tucsón fue alguna vez parte efectiva de Sonora; componente de la misma provincia de la Sonora virreinal, de la famosa Pimería Alta que el padre Eusebio Francisco Kino recorrió y cultivó con singular entrega. Tucsón era un poblado mexicano hasta que el Tratado mencionado entró en vigor. Los tucsonenses fueron oficialmente ciudadanos de nuestro país hasta mediados del siglo pasado. Quizá allí podamos encontrar algo de las razones escondidas del sentido de pertenencia sonorense ante tal ciudad arizonense.

La idea de Tucsón como ciudad invadida, y, más exactamente, de los tucsonenses, de tradicional raigambre sonorense y mexicana, como pivotes de una resistencia a la cultura de los anglos de Norteamérica, es la columna vertebral de Mi letra no es en inglés 1, primer libro publicado por Manuel Murrieta (Ciudad Obregón 1959), acreedor del primer premio en el género de ensayo del Concurso del libro Sonorense 1990 2. Se trata de un planteamiento útil, de inteligencia probada, para anotar un punto más a nuestras reflexiones en torno a nuestra integración, amplia o reducida, lenta o veloz, a Norteamérica.

Mi letra no es en inglés, a decir de la introducción del libro, es el análisis de la poesía “como vehículo de resistencia cultural” aparecida en las páginas del periódico El Tucsonense durante el tiempo de su edición, marzo de 1915-septiembre de 1957, en Tucson, Arizona.

El título del ensayo fue tomado de los versos de un acróstico, de letras iniciales, que dan pie a estrofas enteras, de cuatro versos, y que revelan en enormes negritas el nombre del periódico: EL TUCSONENSE (en obvia posición vertical). Los versos dicen:

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Las páginas de Murrieta no sólo buscan erigirse como un estudio riguroso de un aspecto histórico-literario bastante cercano a nuestra realidad. La frialdad académica, a pesar de la prudente inclusión de citas bibliográficas y apéndices inventaríales, no hace presa del libro. Al contrario, la pericia narrativa y periodística de Murrieta (con valiosos años en el oficio) nos entrega un texto bastante ameno y atractivo. Mi letra no es en inglés se lee rápido; casi se tiene la sensación de estar ante un artículo, una crónica o un reportaje periodístico, pero con la certeza de un cuidado teórico y vivencial que únicamente una metodología sólida puede ofrecer. El trabajo es fruto no sólo de los meses que fueron de julio de 1989 a marzo de 1990 (como se asienta en la p. 95), sino de años de experiencia de vida en la misma franja fronteriza y la reflexión.

Ahora, bien, adentrándonos a la organización y profundización temática de este libro, vemos que lo que más sorprende y atrae a Murrieta es el aspecto socio-literario de la poesía vertida en El Tucsonense, centrado en las posibilidades de la ya citada resistencia cultural de la misma. No es que analizar estructuralmente el trabajo poético no le interese o lo desdeñe con toda alevosía. Pero las posibilidades de la lengua española trabajada artísticamente lo llevan más por los senderos de la oposición política y social ante la amenaza transcultural. Únicamente en uno de los poemas citados resalta atributos de valioso logro estético, en cuanto a lo que señala como un atinado manejo de métrica y rima (p.43 ), y cuando se acerca al uso extremadamente sensible e inteligente de nuestro idioma, como en la cita a los casos de Amado Nervo y Rubén Darío (p.93), lo hace para subrayar, a la manera de los editores de El Tucsonense, la supremacía de las posibilidades del mismo español como muestra de autenticidad y hasta de un dejo de mayor riqueza en relación con la cultura del idioma inglés de Norteamérica.

Cabe mencionar que Murrieta parte de bases sociológicas que se sienten cercanas al marxismo. De hecho, puede decirse que a estos niveles el análisis marxista es el que predomina en la presentación de la resistencia de El Tucsonense. Sin embargo, aunque coquetea con la idea de cierta pusilanimidad de aliento político de los editores de El Tucsonense, debido a que “en su idealismo (se critica) …los métodos del sistema (capitalista norteamericano) pero no su raíz porque como clase acomodada aún les favorece” (p.39), termina reconociendo la importancia de su resistencia: “La ausencia de resistencia física se tradujo, entonces, en una de carácter cultural que en poesía consigna el bisemanario (aludiendo a la periodicidad de El Tucsonense) y que ahora combate en las letras chicanas como continuación y madurez” (p.60)

Y sí. Murrieta conecta a la labor de El Tucsonense con la tradición de lucha de los pachucos, los chicanos e hispanos. Es más, a nivel estrictamente literario lo declara promotor precursor, en la temprana década de los veintes, de

“‘enrarecidos’ poemas que experimentan con anglicismos, joyas literarias y testimonios de que la poesía chicana se remonta décadas y décadas atrás. Aquí están las raíces del pachuquismo, del caló regional o del llamado spanglish…” (p.91) 4

Mi letra no es en inglés, en fin, viene a ubicarnos en un terreno de óptica singular con respecto a la resistencia cultural de los tucsonenses de origen hispano. Nos saca de la idea de los que sufren en territorio oficial angloamericano (en marcada alusión a un cuestionamiento que evoca los problemas de relación racial) por haber inmigrado, para depositarnos en la problemática del concepto de invasión o hasta usurpación de una cultura sobre otra en base al poderío económico-político.

En esta hora de TLCs o de integración no sólo de hecho sino de hasta de derecho de nuestro país a Norteamérica, entre las ventajas y las desventajas argüidas por los diversos sectores que discuten el tema, y ante los nuevos planteamientos de globalización económica, mercados-bloque y neocolonialismos, este libro se planta señalando lo imperioso del cuidado de nuestros valores culturales en cualquier diálogo o negociación por pueril e inocua que parezca. No se trata de xenofobia, ni de cortinas de nopal; se trata de no cambiar oro por baratijas, es decir, de que nuestros pobres no se empobrezcan más, de que a todos nos beneficie integralmente o, si se quiere, que nos perjudique lo menos posible, que no se nos debiliten o arranquen instrumentos tan medulares como el idioma y aquello que forja nuestro ser en nombre de un confort de oropel y una cultura que privilegie la chatarrización mental y espiritual. La interrelación se aplaude, la interdependencia es ineludible, pero para dialogar es imprescindible tener una personalidad, una identidad clara que no espere edenes vanos, pero sí se encuentre lo más despierta posible.

 

Mendivil web

Adquiere el libro en Editorial Orbis Press en este enlace.

NOTAS:
  • MURRIETA Saldívar, Manuel, Mi letra no es en inglés. La resistencia cultural sonorense en la poesía de El Tucsonense, Instituto Sonorense de Cultura-Gobierno del Estado de Sonora, Hermosillo, 1992, 117 pp. 2) Murrieta ha vuelto a ganar el sitio primero del Concurso, en su versión 1992, pero ahora dentro del género de la crónica, con un libro que recrea la vida alrededor de la línea divisoria México-Estados Unidos, en el hipotético territorio de Mexamérica. 3) De aquí́ en lo sucesivo las páginas de referencia del libro sólo vendrán señaladas con el número de página entre paréntesis. 4) Algo que me hubiera gustado mucho en la lectura de Mi letra no es en inglés es haber encontrado algo de más análisis propiamente literario, para la búsqueda de las relaciones semántico-formales entre realidad, cultura y escritura poética.

 

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